Pedro Campillo Antón: Trabajar menos para vivir mejor

Presentació de l’autor

Pedro Campillo Antón, infermer i sindicalista a l’IbSalut, és actualment dirigent de la gestora d’UGT a Eivissa. Amb una trajectòria destacada en la defensa dels drets laborals, Pedro ha estat un ferm defensor de la millora de les condicions de feina en el sector públic i privat. El seu compromís sindical i professional li atorguen una perspectiva única per analitzar i proposar solucions en temes crucials per a les persones treballadores, com ara la jornada laboral, la conciliació i la redistribució de la riquesa.

En aquest article d’opinió, titulat “Treballar menys per viure millor”, Pedro reflexiona sobre la importància de la reducció de la jornada laboral com un pas cap a una societat més justa i equilibrada, tot subratllant els aprenentatges històrics i els reptes actuals en un món profundament transformat.

TRABAJAR MENOS PARA VIVIR MEJOR

Concluyendo los veinticinco primeros años del siglo XXI, parece indiscutible que el mundo se ha transformado sobremanera respecto a lo que fue el primer cuarto del siglo XX. Por ello, deberíamos de incorporar cambios como consecuencia de estas transformaciones. Han pasado más de cien años desde que la jornada laboral se modificara y en este tiempo se han incorporado a nuestras vidas cuantiosas herramientas que, en general, han hecho que cambiemos hábitos, rutinas y maneras de afrontar situaciones cotidianas, al igual que ocurre en el ámbito del trabajo y de las relaciones laborales, reabriendo un debate que por antiguo y reiterativo, no deja de ser una vez más actual. No obstante, y ante la certidumbre de que todo ha cambiado, siguen existiendo argumentos que lamentablemente son mantenidos en el tiempo, aunque la evidencia haya demostrado que no eran ciertos hace cien años y que ahora, por repetitivos, tampoco lo serán.

El 4 de abril de 1919 se publicó en el n.º 94 de la Gaceta de Madrid el Real Decreto que establecía la jornada ordinaria máxima legal en 8 horas diarias o 48 horas semanales. Este logro no fue gratuito para los trabajadores, fue fruto del sacrificio de los empleados de La Canadiense, quienes estuvieron meses en huelga, sufriendo la incomprensión e indiferencia del empresariado de la época, con argumentos similares a los utilizados en la actualidad.

Ya en democracia y bajo el gobierno de Felipe González Márquez, en junio de 1983 se produjo un nuevo avance, estableciéndose una jornada ordinaria máxima de 40 horas semanales.
Este logro tampoco fue fácil, ya que supuso los primeros enfrentamientos entre la UGT dirigida por Nicolás Redondo, CCOO, gobierno, y CEOE, siendo entonces Joaquín Almunia ministro de Trabajo, con una CEOE dirigida por Carlos Ferrer Salat, que ya entonces argumentaba en cuanto al coste empresarial, la incidencia en la creación de empleo, la reducción de salario proporcional al tiempo de trabajo reducido, y otros razonamientos, de la misma manera que se utiliza en este nuevo siglo.

El tiempo ha demostrado que la negociación, el acuerdo y la colaboración entre todos los agentes sociales nos han hecho mejores como sociedad, mejorando la vida de las personas trabajadoras y el rendimiento y beneficio empresarial. Esto ha llevado a que España se posicione en el n.º 15 del mundo en términos macroeconómicos y a que el prestigioso semanario británico “The Economist” sitúe a la economía española en el n.º 1 en el año 2024, fruto del esfuerzo conjunto de trabajadores/as y empresarios/as.

Bien es cierto que, aunque los datos macroeconómicos son reales, son insuficientes para hacer desaparecer las desigualdades y dificultades de los trabajadores/as, que sufren nuevas carencias como son la carestía de la vivienda o los altos precios en la cesta de la compra. Además, parece razonable que en tiempos de bonanza y buena marcha de la economía, la redistribución de la riqueza sea equitativa entre todas las partes.

Hoy la discusión gira en torno a reducir la jornada laboral y dar un paso más en la calidad de vida de los trabajadores/as, para que puedan conciliar su vida familiar, disfrutar de su tiempo libre, ver crecer a sus hijos, estudiar, hacer deporte, ir al cine, leer o simplemente descansar.

Escuchar a los representantes empresariales decir que “los trabajadores piden hacer más horas, necesitan más ingresos para subsistir en Ibiza y Formentera” resulta paradójico, ya que el máximo representante empresarial debería considerar que el salario que reciben es insuficiente y debería de adaptarse a la economía insular donde si este salario resulta insuficiente para poder vivir en condiciones dignas, algo falla. Si la solución que aporta es la de trabajar más horas a costa de la salud y bienestar de los trabajadores/as, no parece ser la más acertada.

Por otra parte, volver a escuchar los mismos o similares argumentos que se utilizaron a mediados y principios del siglo XX respecto a la incidencia en el empleo, el coste económico y la participación en la negociación, donde la CEOE siempre ha mantenido una actitud contraria a discutir de manera sincera la reducción de la jornada, es volver a una equivocación que el transcurso del tiempo y los hechos desmienten.

Una vez más, costará mucho implantar y normalizar una situación que es justa en un mundo que ya ha incorporado la telefonía móvil, la informática, el teletrabajo, los robots, la inteligencia artificial, entre otras, en la rutina de nuestras vidas y del mundo económico y empresarial.

Se debería de aprovechar una herramienta como la negociación colectiva para proceder al reparto de la riqueza que se produce con el trabajo y teniendo en cuenta los beneficios empresariales que se están produciendo, es de justicia compensar a los trabajadores con una medida como es la reducción de la jornada semanal. Por tanto, cuando hablamos de esto, hablamos de eso, de reparto de la riqueza y de justicia.

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